Nutrición en cirrosis: qué comer, qué evitar y cómo cuidarte día a día
Aug 14, 2025
La cirrosis es una etapa avanzada de la enfermedad hepática en la que el tejido sano del hígado se sustituye por cicatrices. Cuando eso ocurre, el hígado no puede realizar bien sus funciones vitales: fabricar proteínas, almacenar energía, desintoxicar la sangre o procesar nutrientes. Por eso la nutrición se vuelve una pieza clave para mejorar la calidad de vida, evitar complicaciones y mantener fuerza y masa muscular. Este texto te explica, en palabras sencillas y con base científica, lo más importante que debes saber sobre la alimentación en la cirrosis.
1. ¿Por qué la alimentación importa tanto en la cirrosis?
Con la progresión de la enfermedad es frecuente que aparezca malnutrición y pérdida de músculo (sarcopenia), incluso en personas que parecen tener «peso normal». La malnutrición empeora las complicaciones, las infecciones y la supervivencia, por eso es urgente identificarla y tratarla con un plan nutricional personalizado.
2. Energía y proteínas: la base del plan nutricional
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Energía: Las guías recomiendan un aporte energético general de aproximadamente 30–35 kcal/kg/día en pacientes estables; en casos de desnutrición o enfermedad activa puede ser mayor.
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Proteína: Contrario a creencias antiguas, no hay que restringir la proteína para evitar encefalopatía hepática; al contrario, la mayoría de pacientes con cirrosis deben consumir 1.2–1.5 g proteína/kg/día (y hasta 1.5 g/kg si hay sarcopenia). Mantener proteína adecuada preserva la masa muscular y la función.
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3. Evita ayunos prolongados: reparte las comidas y añade un “snack” nocturno
Las personas con cirrosis pasan a un estado de «ayuno metabólico» mucho más rápido que antes: tras 8–10 horas sin comer comienzan a quemar músculo para obtener energía. Por eso es recomendable:
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Comer 4–6 comidas pequeñas al día.
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Tomar un snack nutritivo antes de acostarte (por ejemplo yogur con fruta o una porción de queso y pan integral).
Esta estrategia ayuda a reducir la pérdida de masa muscular y mejora el estado nutricional.
4. Control de líquidos y sal si hay ascitis o edema
Si la cirrosis ya causa retención de líquido (ascitis, edema), es probable que se indique reducir la sal (sodio) y en ocasiones limitar líquidos.
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Objetivo habitual: menos de 2 g de sodio/día (o instrucciones específicas del equipo de salud).
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Evita alimentos procesados, caldos comerciales y conservas saladas; prefiere alimentos frescos y condimenta con hierbas.
La reducción de sodio ayuda a controlar la hinchazón y a reducir la necesidad de diuréticos, pero debe hacerse bajo supervisión profesional.
5. Micronutrientes: vigilar deficiencias y suplementar cuando haga falta
Las personas con cirrosis suelen tener deficiencias de vitaminas (A, D, E, K, complejo B), hierro, zinc y selenio, por mala absorción, pérdidas o dietas pobres. Algunos puntos prácticos:
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Vitamina D: frecuente deficiencia; valorar niveles y suplementar si es necesario.
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Tiamina (B1): especialmente en cirrosis por alcohol; debe suplementarse si hay riesgo.
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Zinc y magnesio: su deficiencia puede empeorar encefalopatía e inapetencia.
No tomes suplementos por tu cuenta sin control: algunos micronutrientes (como vitamina A) pueden ser tóxicos en exceso cuando el hígado está dañado. La suplementación debe decidirla el nutricionista tras análisis.
6. ¿Qué alimentos convienen y cuáles limitar o evitar?
A favorecer: frutas y verduras frescas, cereales integrales, legumbres, pescado, carnes magras, huevos, lácteos bajos en grasa (si los toleras), frutos secos (si no hay restricción de sodio) y aceites vegetales saludables. Estos alimentos aportan energía, proteína de calidad, fibra y vitaminas.
A limitar o evitar: alcohol (absolutamente), alimentos muy salados y procesados, mariscos crudos (riesgo de infección en cirrosis), y suplementos o productos no prescritos por el dietista. En algunos pacientes con intolerancia a las grasas o problemas de absorción se recomienda ajustar la cantidad de grasa y usar suplementos de triglicéridos de cadena media bajo indicación.
7. Ejercicio y preservación de la masa muscular
La actividad física —especialmente ejercicios de resistencia y fuerza— ayuda a preservar o recuperar masa muscular, mejorar la capacidad funcional y reducir complicaciones. Un plan de ejercicio adaptado a tu condición (caminar, ejercicios con bandas elásticas, entrenamiento con bajo impacto) es muy recomendable y debe coordinarse con fisioterapia o rehabilitación. No lo intentes por tu cuenta.
8. Manejo de complicaciones nutricionales específicas
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Encefalopatía hepática (confusión por amonio): hoy se recomienda NO restringir proteínas de forma general; en su lugar, se optimiza la fuente proteica (incluir proteínas vegetales y lácteas puede ser útil) y se tratan los factores desencadenantes.
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Pérdida de apetito o dificultades para comer: las comidas palatables, suplementos orales de alto contenido calórico-proteico y la asesoría nutricional son estrategias útiles.
9. Evaluación nutricional y seguimiento profesional
La valoración nutricional en cirrosis debe incluir evaluación del peso «seco», medidas de masa muscular (bioimpedancia, ecografía o pruebas funcionales), ingesta dietaria y pruebas de laboratorio. El seguimiento por un dietista-nutricionista en conjunto con el hepatólogo mejora el control nutricional y reduce complicaciones.
10. Mensaje final
Si tienes cirrosis o cuidas a alguien con esta condición, recuerda que la nutrición puede marcar una gran diferencia en la energía, las infecciones, la fuerza y la calidad de vida. Pequeños cambios sostenidos —más proteínas de calidad, comidas frecuentes, control del sodio, y actividad física adaptada— ayudan mucho. Siempre coordina cambios con tu equipo de salud; la nutrición en cirrosis debe individualizarse. Si necesitas, solicita una cita conmigo.