5 factores que nos llevan a comer en exceso
Jun 03, 2025
Comer más de la cuenta no es solo cuestión de fuerza de voluntad, sino que está influido por varios factores comunes. A veces comemos por estrés, costumbre o ambiente, sin que sea hambre real. En este blog explicaré cinco razones clave —respaldadas por estudios científicos— que nos impulsan a comer de más, y daré consejos prácticos para sobrellevar cada situación.
1. Estrés y emociones (comida emocional)
Muchas personas comen por razones emocionales: tensión, tristeza, aburrimiento o incluso felicidad. Este tipo de alimentación emocional ocurre cuando buscamos “consuelo” en la comida frente a nuestras emociones. Los estudios indican que comer por estrés o ansiedad suele asociarse con hábitos alimentarios poco saludables y con aumento de peso. De hecho, bajo estrés tendemos a preferir alimentos muy sabrosos (ricos en grasa y azúcar), lo que promueve el exceso de calorías. Por tanto, el malestar emocional puede desviar nuestra atención de la verdadera señal de hambre y llevarnos a comer más de lo que necesitamos.
Consejos prácticos:
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Reconoce el hambre real: Antes de comer, pregúntate si sientes hambre física o más bien emociones. El hambre verdadera crece de forma gradual, mientras que el “hambre” por estrés aparece de repente y pide alimentos específicos (dulces, fritos, etc.).
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Búsqueda de alternativas: Si es emocional, busca otra forma de sentirte mejor. Por ejemplo, da un paseo corto, haz respiraciones profundas o habla con un amigo.
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Planifica snacks saludables: Ten a mano frutas, yogur natural o frutos secos, que calman sin pasarte de calorías. Dejar lista una fruta picada, agua con limón o té puede ayudar a tomar una decisión saludable cuando te sientas tentado. El maní (leguminosa) es un excelente snack saludable que produce gran saciedad, pero ten cuidado con el exceso de sal.
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Lleva un diario emocional: Apuntar lo que sientes y lo que comes puede ayudarte a identificar patrones. Si notas que comes cada vez que estás aburrido o estresado, sabrás que el problema no es el hambre.
2. Porciones demasiado grandes y entorno alimentario
En la actualidad es muy común servirse platos enormes o comprar paquetes extra grandes “por oferta”. Nuestro cerebro se adapta rápido a ese nuevo estándar: si el plato o porción es grande, tendemos a comer hasta llenarlo. La investigación demuestra que el tamaño de la porción influye mucho en cuánto comemos: cuando las raciones son mayores, comemos más, y rara vez compensamos después reduciendo lo siguiente. Es decir, es más fácil pasarse con platos gigantes porque nos confunde la cantidad visual.
Consejos prácticos:
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Usa platos y vasos pequeños: Esto crea la impresión de una porción mayor. Así podrás servirte menos sin sentirte privado.
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Mide antes de comer: Sirve la comida en un plato fuera de la cocina para controlar la cantidad. Por ejemplo, en vez de comer pasta directamente de la cacerola, sírvete una cantidad moderada.
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Comparte porciones grandes: Si comes fuera o pides delivery, considera compartir el postre o un plato principal. Dividir reduce lo que cada uno come.
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Planifica las sobras: Si cocinas mucho, guarda inmediatamente el resto en recipientes para el refrigerador. Así no sigues comiendo “por comodidad” cuando el plato sigue al frente.
3. Comida hiper-palatable (grasas, azúcares y “adicción”)
Los alimentos con alto contenido de grasa, azúcar y sal son muy apetitosos y pueden “enganchar” al cerebro. Estas comidas hiper-palatables activan intensamente el sistema de recompensa cerebral. Estudios han encontrado que el circuito de placer en el cerebro de personas que comen compulsivamente alimentos muy calóricos es similar al de la adicción a las drogas. En otras palabras, esos sabores muy gratificantes provocan que queramos comerlos una y otra vez, incluso cuando no tenemos hambre. Esto explica por qué cuesta tanto decir “no” a snacks azucarados o comidas rápidas: el cerebro busca la sensación placentera de nuevo y nos empuja a seguir comiendo.
Consejos prácticos:
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Mantén las tentaciones fuera de casa: Si no compras los snacks muy calóricos o golosinas en grandes cantidades, evitarás comerlos por impulso. En su lugar, compra frutas frescas o frutos secos para un antojo dulce o salado.
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Come despacio y con atención: Al masticar lentamente cada bocado y saborear bien la comida, el cerebro logra registrar la sensación de saciedad y disfrute con menos cantidad.
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Permítete antojos con moderación: No es realista eliminar por completo los alimentos que te gustan. Planifica un pequeño capricho semanal (por ejemplo, un trozo pequeño de chocolate) y disfrútalo conscientemente. Así no sentirás la necesidad de “compensar” comiendo mucho más después.
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Equilibra tus comidas: Si sabes que vas a comer un postre o snack muy calórico, reduce un poco las porciones de otros alimentos ese día (por ejemplo, come más vegetales en la comida principal y menos pan).
4. Falta de sueño y hambre hormonal
Dormir menos de lo necesario altera nuestras hormonas del hambre. Cuando no dormimos lo suficiente, aumenta la hormona ghrelina (que estimula el apetito) y baja la leptina (que indica saciedad). Un estudio encontró que tras solo una noche sin dormir, los niveles de ghrelina subieron alrededor de 22% y los participantes se sentían mucho más hambrientos al día siguiente. Esto significa que el cansancio crea mayor deseo de comer, especialmente antojos de alimentos ricos en carbohidratos y calorías. Además, la falta de sueño puede afectar nuestra decisión, haciendo más fácil caer en comidas rápidas o snacks poco saludables por la mañana.
Consejos prácticos:
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Prioriza el descanso: Intenta dormir entre 7 y 8 horas cada noche. Fija una rutina regular (acostarte y levantarte a la misma hora todos los días) para mejorar la calidad del sueño.
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Prepara el ambiente: Antes de dormir, haz actividades relajantes: leer un libro, escuchar música suave o tomar una infusión tibia. Evita pantallas (móvil, pantallas, tablet) al menos 30 minutos antes de acostarte, ya que la luz azul dificulta conciliar el sueño.
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Evita comidas pesadas de noche: Cenar liviano facilita el descanso. Una cena muy abundante puede interferir con el sueño y aumentar la sensación de pesadez al día siguiente.
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Atención si dormiste poco: Si te levantaste con sueño, tómalo con calma. Bebe agua o té sin azúcar y come un desayuno balanceado (proteína, fibra) en lugar de cargar con dulces para “despertar”. Así controlarás mejor el hambre extra sin pasarte de calorías.
5. Comer distraídamente (TV, móvil, multitarea)
A menudo comemos mientras vemos la televisión, navegamos en el celular o trabajamos en la computadora. Ese “comer distraído” hace que no prestemos atención a las señales de saciedad y comamos más. Por ejemplo, un análisis de varios estudios encontró que las personas que comen frente al televisor o realizando otra actividad consumen muchos más alimentos en esa comida, hasta 50% más calorías en algunos casos. En promedio, comer distraído aumenta la cantidad ingerida en un 10%. Esto ocurre porque no registramos bien lo que comemos y seguimos comiendo sin darnos cuenta de que ya estamos satisfechos.
Consejos prácticos:
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Come sin pantallas: Apaga la televisión, pon el celular en silencio o guarda la computadora durante las comidas. Céntrate en la comida y en el momento presente.
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Fija espacio y tiempo: Dedica un lugar tranquilo (como la mesa de la cocina) para comer, sin otras actividades de fondo. Así tu mente estará en la comida y tu cuerpo reconocerá la saciedad.
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Mastica despacio y saborea: Comer lentamente mejora la digestión y da tiempo a que el estómago envíe la señal de “suficiente” al cerebro.
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Sirve porciones controladas: En vez de comer directamente de un paquete grande, sírvete en un plato. Verás exactamente cuánto comes y es menos probable que continúes comiendo de más.
En resumen, no se trata de falta de fuerza de voluntad, sino de entender las causas que nos llevan a comer de más. Son factores comunes —emociones, ambiente, hábitos de sueño, alimentos muy sabrosos, distracciones— que afectan a todos. Con pequeños cambios (como relajarnos, usar platos más pequeños, dormir mejor o apagar pantallas al comer) podemos retomar el control de nuestros hábitos. Lo importante es ser comprensivo con uno mismo: reconocer estas situaciones ya es un gran paso. Si a pesar de todo te resulta muy difícil manejarlo, puedes contactarme directamente y lo resolveremos juntos.